viernes, 16 de abril de 2010

19 de Abril - Andresito vive en las luchas - La Bandera Federal de Andresito



La bandera El guaraní era la lengua más usual en la Liga Federal. Aún los paisanos, muchos afroamericanos prófugos y otros pueblos originarios cuya lengua madre no era el guaraní lo usaban para el intercambio.

Ahora bien: en la lengua guaraní originaria (el avañe’é, no el joparâ mestizo) verde y azul eran lo mismo, eran la Naturaleza “de abajo” (hoy diríamos verde) y “de arriba” (hoy diríamos azul). Verde y azul por lo tanto no eran colores: eran el modo de ser del todo, el hovy.

Cuando Artigas crea su bandera federal toma como base la bandera de Belgrano: azul, blanca y azul en franjas horizontales, pues no había diferencia posible entre celeste y azul por la mala calidad de las telas. Mantener la bandera de Belgrano demuestra su inquebrantable decisión de integrar la Patria Grande, pero Artigas pone finos listones colorados horizontales adentro de cada franja azul como referencia a la sangre indígena que debe incorporarse.



En el segundo diseño (el más popular) preserva la estructura de base azul-blanco-azul pero allí el rojo es una diagonal descendiente, es el llamado al pájaro churrinche (guyrapytâ) que simboliza el libre corazón charrúa, y a quien se convoca para que vuelva a la tierra, porque para los Pueblos Libres no hay Patria Grande si se excluye a los pueblos originarios.

Cielo arriba y tierra abajo, esta bandera es una actualización y un renovado compromiso revolucionario. La bandera de Belgrano fue enriquecida en su momento por el rojo indígena e insurrecto y , ahora se enriquece con el verde porque no hay revolución sin lucha por la tierra, sin lucha por recuperar las verdes praderas hoy extranjerizadas y degradadas por Tabaré y sus socios.

Gonzalo Abella

lunes, 5 de abril de 2010

Había una vez un Hipopótamo y un caballo de Troya - APUNTES EN RELACION CON LA NUEVA ADMINISTRACION FRENTEAMPLISTA

...Desde nuestra definición revolucionaria indo-afro-americana llamamos al Uruguay “pequeña comarca”, dado que, para nosotros, “este país”, sólo expresa una realidad particular en algunos de sus aspectos ya que, desde su origen y a lo largo de la historia, ha pertenecido y ha estado vinculado a una raíz mayor y a un contexto indisoluble; a este aspecto marco le llamaremos (le hemos llamado) Comarca. Por tanto entendemos que la “pequeña comarca” es el Estado nación uruguayo y la Comarca es la geografía vinculante desde la revolución artiguista hasta nuestros días; o sea: la región inmediata prefigurada en la génesis de las provincias Unidas y la Liga Federal...


La estrategia y la táctica revolucionaria

      “En el marco de coyuntura que atraviesa el continente y en relación dialéctica con la necesaria estrategia, visualizamos algunas cuestiones de importancia a atender en lo inmediato y analizamos el “cómo” desarrollar dicha acción en dicho terreno.

      Si asumimos que la estrategia consiste en desarrollar una serie de herramientas sociales-políticas para imbricar todas las formas de lucha de manera dialéctica hacia un objetivo final asumimos que: en este sentido no debemos hablar de “tácticas lineales” ni de “tácticas sinuosas” o de otras variantes de dudoso rigor a la luz del análisis de clase. En el desarrollo de los procesos, las contradicciones deben resolverse a partir de la lucha de contrarios en un sentido de superación.

      Cada coyuntura específica particular deberá analizarse desde un posicionamiento de clase y en función de los intereses del proceso revolucionario; los factores que se visualicen como “polos” de la contradicción serán objeto táctico de la acción popular continental; dicha acción deberá lograr superar dialécticamente, en un sentido ascendente, las condiciones actuales en favor del proceso revolucionario.

      Desde esta concepción puede sí, en determinados momentos del proceso, hablarse de repliegues tácticos (táctica defensiva) o de avances tácticos (ofensiva táctica). Estas opciones deberán considerarse a partir de una justa valoración de la correlación de fuerzas en cada momento y lugar, mas, en esencia la táctica debe estar en función de aportar al desarrollo de la estrategia desde el plano histórico concreto particular en cada caso. Podrá, al mismo tiempo, en algún frente de lucha operarse con una ofensiva táctica y en otro frente a partir de una táctica defensiva. Lo fundamental, para acertar a la hora de decidir qué táctica desarrollar, es una justa valoración de las fuerzas en pugna sobre el terreno específico (análisis concreto de la situación concreta).

      No hay entonces una “receta” táctica y por ende, toda decisión de este nivel, debe ser tomada con cierta autonomía por las fuerzas del campo popular que estén en el terreno de operaciones en condiciones de incidir en los procesos; estas decisiones (de carácter esencialmente político) deben visualizarse en función del conjunto y no de la parte. La táctica es un “arte” de particular importancia y desde ésta se logrará desarrollar, de manera superadora, cada momento en función de la estrategia en la medida de los aciertos, o se operará en desmedro del conjunto desde el punto de vista estratégico cuando los errores tácticos incidan negativamente.

      Nos atrevemos a afirmar entonces que sin teoría revolucionaria no habrá práctica revolucionaria; que la estrategia revolucionaria signará el proceso pero que sin aciertos tácticos articulados la estrategia es una ilusión. La praxis revolucionaria desde el método dialéctico se articula a partir de la afirmación, la negación y la negación de la negación. La síntesis creadora y conciente es la base del método. La estrategia es continental y la táctica debe ser autónoma aunque no aislada de una justa valoración sistémica.” [1]

Hace un mes que ha asumido el nuevo Ejecutivo de esta administración; podemos (debemos), desde el espacio de intención revolucionaria, tener nuestras propias caracterizaciones del mismo; podemos, de igual modo, especular y proyectar previsiones en relación con la gestión futura. Asimismo podemos elaborar toda suerte de aproximaciones en relación a las esperanzas y expectativas de quienes le han, desde su base electoral, encomendado la administración para los próximos cinco años. Lo que no debemos hacer, desde nuestra posición, es confundir deseos con realidades ni creer que los procesos contradictorios de la fuerza política Frente Amplio y la interna del gobierno en su relación con esa base electoral y los poderes fácticos pueden superar lo que requiere de otras cuestiones.

Este gobierno que se ha instalado es diferente al que se desarrolló desde la administración Vázquez; afirmar que es más de lo mismo, que es “peor de lo mismo”, creer que no hay diferencias o no ser capaces de analizar si existen es, a no dudarlo, una posición riesgosa, políticamente torpe y para nada dialéctica.

Debe, desde posiciones revolucionarias, hilarse muy finamente en las caracterizaciones; debe hilarse muy fino en la capacidad de visualizar matices; debe, asimismo, comprenderse que este momento es producto de un desarrollo y que ese desarrollo arranca, al menos, en el Batallón Florida en el año 1972. Cabe, de igual manera, partir de la base de que este gobierno está “hegemonizado” por el aparato del MLN-MPP y que a la cabeza del mismo se encuentran dirigentes “históricos” que, lejos de impulsar en los sesenta y setenta planteos anclados en la convicción de que la lucha de clases es el motor de la historia, desde su génesis, pretendieron un proyecto nacional en contraposición con la necesidad de una revolución americana en el marco de la estrategia guevarista, y eligieron una estrategia policlasista -cuando no pequeño burguesa- de alianzas efímeras, en pos de “una Patria para Todos” en contraposición con la necesaria adopción de un posicionamiento de clase definido. A esta debilidad genética, a la ecléctica construcción de una organización amorfa y sin una doctrina clara le impregnaron una metodología confrontativa y un marketing político atrayentes, y de “moda” entonces, que permitió propalar en el Uruguay, en el continente y en el mundo una imagen idealizada y deformada de una seudo guerrilla que llegó a considerarse la más importante de América Latina y que, sin embargo, no superó nunca el plano propagandístico, nunca llegó a desarrollarse en el plano militar como un ejército popular o un verdadero contrapoder y adoleció –además- de jamás lograr (o intentar) convertirse en una organización coherente desde el plano doctrinario, político y metodológico. Sobre esos falsos paradigmas se sostuvo el mito MLN-T a través de tres décadas; sobre estos y otros falsos paradigmas se sostiene este gobierno y el apoyo de masas que, compréndase, anótese y considérese, este gobierno posee; nos agrade o no.

Pese a las afirmaciones precedentes, en relación con el MLN-T histórico y su accionar en los sesenta y setenta cabe, no obstante, precisar alguna cuestión complementaria; si bien hemos señalado críticamente algunos aspectos fundamentales que permiten visualizar cierta “continuidad” entre su visión inicial y la actual, es imprescindible remarcar, positivamente, algunas cuestiones: la línea confrontativa de su accionar y la arriesgada acción y consecuencia revolucionaria de cientos de sus integrantes es innegable y debe ser reconocida pese a las falencias originarias señaladas; debe, asimismo, analizarse por qué prevaleció entonces, al menos desde el año 72 y posteriormente a la salida de la dictadura, una corriente negociadora, conciliadora y sistémica. Afirmamos esta tesis en el sentido de que la dialéctica de esta organización, en relación con su accionar, se sustenta en lo ya planteado; más allá de intenciones y metodologías y de la honestidad y convicción revolucionaria de muchos de sus militantes, no podía darse otro desarrollo que el que sucedió, producto, refirmamos, de al menos tres factores ya señalados; a saber: predominancia de extracción pequeño burguesa; amorfía doctrinaria y organizacional; privilegio del método por sobre la ductilidad táctica y menosprecio del accionar del frente de masas en beneficio del “aparato”.

Antesala para un contexto inmediato

Hace décadas que, para cierta izquierda, el enemigo visible y denunciable es exclusivamente el imperio, esto propiciado por ciertas elucubraciones amparadas en los proyectos de liberación nacional y en las alianzas políticas con supuestas burguesías nacionales; hace casi cuarenta años que casi nadie denuncia a las roscas oligárquicas y a la burguesía que domina los resortes económicos, políticos, superestructurales. Así como torpe es no comprender los matices y la interrelación que existe en los diferentes procesos en cada comarca americana, es extremadamente peligroso no comprender que, en esencia, la cuestión del poder es la que debe analizarse y plantearse en esta hora donde el sistema capitalista se encuentra en un estadio de desarrollo cualitativamente diferente, incluso, al que Lenin analizara en “Imperialismo, fase superior del capitalismo”. El primer aspecto a analizar (cosa que no haremos aquí ya que este aspecto, por sí sólo, demandaría cientos de páginas) es que la tendencia del desarrollo del proceso hace suponer que, de prevalecer el capitalismo como sistema a escala global, en pocas décadas no habrá ni escala ni globo; colapsará el planeta. El segundo aspecto a analizar es que el sistema no colapsará, porque es la arquitectura económica, social y superestructural que la clase dominante -a escala mundial- ha edificado en siglos para que sus intereses privilegiados sean intocados. Esta clase es la burguesía, más allá de especificidades y vínculos económicos y de poder; esta clase no se suicida como tal ni se redime en función de intereses “comunes” a escala planetaria. Esta clase es capaz de destruir el planeta, en términos literales, con tal de mantener sus privilegios aunque sea cincuenta o cien años más. Esta clase (algunos de sus sectores) ha devenido en rosca oligárquica a nivel mundial y reposa sus asentaderas en un complejo industrial-militar-financiero que articula los conflictos interimperialistas (es decir interburgueses) en una suerte de gran tablero de ajedrez donde los peones son los pueblos, y las demás piezas componen una partida donde el rey se resguarda pese a todo. El rey es el sistema capitalista a escala planetaria. Los alfiles pueden cambiar de bando, se puede perder un caballo, entregar una torre pero nada más.


Del documento de “Estrategia y Táctica” del MPP

    “El gobierno, para nosotros, puede y tiene que ser parte de esa construcción de poder nacional. Pero sin perder de vista que la construcción del socialismo, además del poder, requiere del suficiente desarrollo de las fuerzas productivas y de la socialización de estas ahí donde se han desarrollado... Es decir, que el desarrollo o socialización de las fuerzas productivas forma parte del poder necesario para construir el socialismo.”

    “La consigna estratégica debe ser: LLEGAMOS PARA QUEDARNOS PORQUE DEBEMOS CRECER PARA CREAR PODER NACIONAL.”

    “Ese propósito estratégico es irrenunciable, legal y legítimo: están las condiciones dadas para seguir creciendo en la forja de un vasto y mayoritario movimiento político y social que exprese la unidad y la estrategia de las fuerzas nacionales. Ellas tienen pleno derecho e ineludible obligación de tomar en sus manos no sólo los resortes del Gobierno sino los del Poder para que entonces las palabras “liberación”, “nacional” y “soberanía” no sean más que palabras.” [2]

    En respuesta a algunos párrafos de este Documento

    “Existimos, y lo asumimos con calma, organizaciones de izquierda revolucionaria, marxista, radical, que no contamos con apoyo de masas; es hoy, a no dudarlo, un hecho. Se afirma que actuamos al margen de ellas y sin su apoyo; decimos: pero actuamos para nada ajenas a los intereses de clase de esas masas, más allá de su (todavía) escasa comprensión. Existen también, sin embargo, organizaciones que se autoproclaman de “izquierda”, que reciben el apoyo de masas pero que no salvaguardan a la clase explotada y expropiada e, incluso, actúan contra sus legítimos intereses asumiendo la defensa irrestricta del imperio, el capital financiero, la oligarquía y la burguesía; es, a no dudarlo, otro hecho.


    Es cierto que en la coyuntura actual, quienes reivindicamos posturas radicales, de principios de izquierda, desde posiciones de clase y visualizando las contradicciones fundamentales y principales, no logramos aún movilizar masas; una de las causas, entre otras, es la confusión que han sembrado organizaciones otrora “revolucionarias” y ex principistas en esas grandes masas. Al igual que en las décadas previas a los sesenta, esas organizaciones de la izquierda marxista y revolucionaria, pese a su justa prédica, no lograban convencer masas y éstas eran dirigidas por los partidos de la burguesía, hoy, quienes no hemos claudicado y reconocemos en la base material y las relaciones de producción la causa primera de la injusticia (o sea la “raíz”) todavía no logramos “oídos” en sectores del pueblo objetivamente explotados, marginados, engañados e hipnotizados por el tinglado “progresista-emepepista”.
    Esta carencia debemos corregirla y atenderla autocríticamente pero sin renunciamientos y sin rendiciones.” [3]



Nuestra “pequeña” comarca

          “De una comarca de la América española

          a otra comarca varían las cosas, varía el paisaje;

          pero no varía el hombre. Y el sujeto de la historia es, ante todo, el hombre. La economía, la política,

          la religión, son formas de la realidad humana.

          Su historia es, en su esencia, la historia del hombre.”

        José Carlos Mariátegui

        La unidad de la América indo-española

Sería interesante abordar el análisis en relación a lo que puede esperarse de la nueva administración, a la luz de lo que ha dejado en pie la saliente y relacionado esto con la conformación de la coalición Frente Amplio y sus principales fuerzas y actores; obviamente, este análisis debe partir de la cuestión económica, de los factores sociales y, en último término, de lo superestructural. Vemos con preocupación que, tanto desde posiciones críticas como desde posiciones proclives al gobierno, el hincapié se realiza de manera inversa, privilegiando en estos análisis una postura ideologizada y, por tanto, cargada de subjetivismos y análisis forzados.

El Uruguay es una sociedad dividida en clases, enmarcado en una estructura económico-social capitalista y dependiente; esta afirmación difícilmente sea discutible.


      1. Desde nuestra definición revolucionaria indo-afro-americana llamamos al Uruguay “pequeña comarca”, dado que, para nosotros, “este país”, sólo expresa una realidad particular en algunos de sus aspectos ya que, desde su origen y a lo largo de la historia, ha pertenecido y ha estado vinculado a una raíz mayor y a un contexto indisoluble; a este aspecto marco le llamaremos (le hemos llamado) Comarca. Por tanto entendemos que la “pequeña comarca” es el Estado nación uruguayo y la Comarca es la geografía vinculante desde la revolución artiguista hasta nuestros días; o sea: la región inmediata prefigurada en la génesis de las provincias Unidas y la Liga Federal.

      1. En la actualidad, y desde hace al menos una década, algunos aspectos estructurales se han visto modificados dramáticamente. Estos aspectos no han hecho más que afianzar y profundizar al Uruguay como un país inserto en el área de lo que denominamos países “capitalistas y dependientes”.

      1. El Uruguay ha pasado, en vinculación con la tierra y su modelo de explotación, a ser radicalmente distinto a lo que fue hasta finales de los ochenta; en tal sentido, de ser un país agropecuario, sustentado (y sumido) en el latifundio y en la producción extensiva en manos de unas pocas familias de la oligarquía, ha devenido en un modelo forestal y de monocultivo en manos de sociedades anónimas y, por tanto, en manos de empresas extranjeras con apoyatura en algunos estratos de la burguesía vinculada a las finanzas, las cuales, obviamente, se emparentan también con aquellas familias de la vieja “rosca”. Esta nueva realidad es definitoria aunque no implica un único rasgo a considerar. De igual manera existen otras situaciones a tener en cuenta en este marco y visualizamos, asimismo, algunos esbozos de típica producción capitalista aún en el campo; de todos modos, creemos que, el rasgo fundamental a considerar en torno a la tierra y, en consecuencia, en relación con los recursos naturales, es que se han entregado a manos extranjeras en una dimensión asombrosa que pone en cuestión nuestra propia existencia como Estado-nación.

      1. La producción agropecuaria típica se sigue estructurando, fundamentalmente, en torno a un modelo exportador de “commodities” (materia prima bruta con escasa o nula manufactura posterior). Las producciones familiares y/o cooperativas (las más de las veces artesanales) son, casi exclusivamente, formas de sustentación parciales y sujetas al manejo imprevisible del mercado interno, además deformado por la especulación y la gravitación negativa de las importaciones que afectan, de manera tremenda, la posibilidad de hacer sustentables estos proyectos.

      1. En vinculación con la industria es, a todas luces, escasísima o nula la existencia de producción de importancia en el sentido de favorecer posibilidades de incidir en la generación de divisas significativas a partir de la exportación de productos manufacturados. Prácticamente en ninguna rama de la producción existen, como sí en otras décadas, fábricas de porte y, por ende, son casi ausentes las concentraciones de obreros y trabajadores en la producción sistematizada y encadenada a una forma clásica.

      1. Quizá sólo en el terreno de la informática (y algunas áreas vinculadas y afines) puede verse un proceso de signo contrario; este aspecto, si bien puede ser de importancia en un terreno de desarrollo estratégico futuro, escasa o nula incidencia tiene hoy para los trabajadores en su conjunto y, de este espacio productivo, no surgirá ninguna posibilidad de desarrollo de contradicciones antisistémicas en el corto plazo.

      1. Podemos ver, con claridad, que sólo se ha desarrollado el área vinculada con los servicios y el comercio. Esta realidad hace de nuestra economía, ya deformada hace décadas, una suerte de eslabón muerto en la cadena de relaciones sociales de producción.

      1. Existe, por todo esto, una casi nula existencia de un “campesinado” clásico y, por cierto, es relativamente escasa (aunque creciente) la presencia de un conglomerado importante de trabajadores rurales asalariados. De igual manera podemos definir que: a la casi ausente clase obrera en sí, se le suma el preocupante ingrediente de la inexistencia de una clase para sí.

      1. En las tres últimas décadas se ha modificado y agravado un componente esencial de nuestra realidad social; este es la marginación a que se ha llevado a miles de niños, mujeres y hombres. Esta marginación que lleva años y ha superado ya las dos generaciones de individuos es un componente estructural imposible de no contemplar. Esta marginación no sólo es consecuencia directa de la acción del sistema sino que es funcional al mismo en la medida que no sea objeto de una acción precisa, eficaz e inteligente. Esta marginación es, además, marginalidad que no sólo es concreta sino, muchas veces, operativa.

      1. En el plano de la cultura, en todos sus aspectos, preocupa y alarma el descaecimiento que se sostiene y se profundiza hace tres décadas; es preocupante el seguidismo de la Universidad a la ideología dominante y la creciente incidencia del área privada en este aspecto (elemento coadyuvante aunque no exclusivo); la intelectualidad, antes importante, pujante y presente en todos los debates que cruzaban el entramado social, muestra y demuestra la derrota ideológica sufrida en los ochenta y noventa por el campo popular. Los sindicatos y las organizaciones de masas, en lo social, presentan una creciente carencia operativa de carácter contestatario y se adecuan, amoldan y adormilan en el escasísimo marco que permite la acotadísima posibilidad de lucha económica y reivindicativa.

      1. Las organizaciones políticas se encuentran inmersas y sumidas en la mediocre e inviable superación de fenómenos superestructurales y nada hacen en la dirección de analizar, proponer y modificar cuestiones vinculadas con la estructura económica y las relaciones que de ella se derivan.

      1. Es en este marco que nos movemos y este marco incorpora, como correlato superestructural, cultural e ideológico, la comprobación de que nos encontramos en la más difícil coyuntura conocida, para impulsar ideas y prácticas revolucionarias, vivida en décadas. Es difícil recordar una etapa en nuestra historia donde la orfandad doctrinaria se expresara con tanta crudeza como en nuestros días.



El actual gobierno y las perspectivas inmediatas

El actual gobierno del Frente Amplio ha sido definido y se lo continúa caracterizando (aún por fuerzas de intención revolucionaria y afines) unas veces como socialdemócrata, otras como social liberal, otras como neoliberal, otras como pro imperialista; estas caracterizaciones adolecen (en rigor conceptual e histórico) de varios aspectos. Nos atrevemos a afirmar (e intentaremos demostrar, con brevedad) que el Frente Amplio, en tanto gobierno, tiene particularidades específicas que exigen un análisis adecuado y, por ende, el trabajo de propaganda, agitación y concientización que deberemos desarrollar debe hilar fino en cuestiones importantes, como son, las caracterizaciones desde lo económico, lo social y lo político.

El gobierno presidido por Mujica y dirigido por el “aparato” del MLN-MPP es, claramente, una administración proclive al desarrollo de relaciones de producción capitalistas; no podría ser otra cosa. Ahora bien: a diferencia de la administración Vázquez, ésta, pretenderá que ese desarrollo oscile, pendularmente, entre cierta autonomía de gestión, limitada por los compromisos macroeconómicos con los organismos internacionales de crédito, y la ilusoria generación de cierto sesgo nacionalista en la estructuración de proyectos que, por una parte, permitan desplegar cierta potencialidad de una burguesía no tan vinculada a los intereses imperialistas y que, por otra y en unión a lo anterior, genere un acuerdo o connivencia con sectores de trabajadores que, lejos de un posicionamiento de clase para sí, vean como proyecto a seguir el de desplegar las fuerzas productivas en un marco de proyecto “nacional” de donde poder obtener ciertas mejoras, coyunturales, en el plano económico y de relaciones laborales. Esta demagógica e imposible propuesta es la nueva versión -remasterizada y devaluada- de “patria para todos”. Esta “post-pruesta” (de algún modo debemos llamarle) habría sido imposible de ser ofertada a los trabajadores y al pueblo treinta o veinte años atrás; hoy es, sin embargo, el proyecto más adecuado para el estado de amorfía doctrinaria y confusión ideológica que campea en esta sociedad derruida en los escombros sesentistas, arrasada por el fascismo de los setenta, hipotecada por los pactos de los ochenta, huérfana en la debacle doctrinaria de los noventa y atormentada por el cantinflesco discurso esquizofrénico de esta década que ha perfilado a Mujica como un ícono de la estupidez social; debemos aclarar y dejar asentado que en dicha estupidez social nos encontramos todos, incluidos quienes nos proclamamos de intención revolucionaria y permitimos (o no supimos o pudimos evitar), en las mencionadas décadas, el desarrollo creciente de estas tendencias destructivas del pensamiento clasista y revolucionario.


La “patria para todos” de Mujica, el MLN y el Frente Amplio

Refundar la nación, desarrollar un capitalismo humano, generar poder nacional son, además de consignas, las herramientas “conceptuales” con las que este gobierno y la fuerza política dirigente pretende motivar y movilizar a diferentes actores sociales.

A contrapelo de esa base estructural y la realidad social reseñadas someramente líneas antes, pero desde el posicionamiento político asumido y también criticado en párrafos anteriores, Mujica, el MLN-MPP, el gobierno y el Frente Amplio apelan, desde un discurso meramente ideologizado, (por tanto falaz y abstracto) a lograr acuerdos con todos. A los capitales transnacionales se les asegura, desde el pragmatismo macroeconómico, una plaza eficiente y con reglas de juego claras; a la burguesía se la llama a invertir en un Uruguay productivo y se le promete estabilidad y rentabilidad; a los trabajadores se les augura mejoras del salario, respeto de los derechos laborales y se les asegura equidad y justicia social; a los desocupados se les plantea asistencia y reinserción en el campo del trabajo; a los desposeídos y marginados se les asegura atención, apoyo, planes paliativos; a la Universidad se la llama a pensar un país moderno e inserto en un mundo tecnológico; a las fuerzas armadas se les plantea mirar hacia el futuro y vincularse a la sociedad civil; a la policía se le promete una mayor profesionalización y mejores ingresos a su personal; a la iglesia se le abren las puertas de la participación en tareas comunes para un Uruguay para todos y así ad infinitum. ¿Alguien cree que todo esto es posible aun en el caso de que fuera cierto?

Esto es demagogia populista y de esta definición surgen algunas cuestiones preocupantes; es tal la falta de coherencia en los planteos, tan desmesurada la oferta, tan imposible su concreción que, más temprano o más tarde, este gobierno verá que comenzarán a generarse conflictos de intereses, quizá no de clases pero al menos sí corporativos y aquí comenzará un nuevo problema. La ausencia de posicionamiento de clase de Mujica, sumado a su capacidad de decir siempre lo que sus interlocutores quieren escuchar, más su deseo de trascendencia (a todas luces evidente) lo llevará a una descolocación cada vez mayor; de aquí a no asumir responsabilidades propias y caer en un autoritarismo disimulado por el efectismo y la practicidad habrá un solo paso. Quizá en el vacío.


Nuestra tarea en la hora actual

Para quienes nos posicionamos en el campo de intención revolucionaria cabe comprender al menos algo; repetimos unas líneas ya escritas en este mismo trabajo: “Es en este marco que nos movemos y este marco incorpora, como correlato superestructural, cultural e ideológico, la comprobación de que nos encontramos en la más difícil coyuntura conocida, para impulsar ideas y prácticas revolucionarias, vivida en décadas. Es difícil recordar una etapa en nuestra historia donde la orfandad doctrinaria se expresara con tanta crudeza como en nuestros días.”

No obstante esto, nuestra tarea es impulsar la necesidad y la vigencia de una sociedad sin explotados ni explotadores, la validez de la premisa de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, la generación de conciencia para sí en los sectores objetivamente explotados y expoliados por el sistema y la construcción de organización política revolucionaria.

Estas tareas no se resolverán de la noche a la mañana ni son producto exclusivo de la elaboración teórica, pero requieren urgencia, análisis y creatividad. Requieren de la búsqueda de un horizonte revolucionario y de la estructuración de otra campaña permanente y creciente.

Nuestra tarea es favorecer el proceso revolucionario; esta tarea, enorme y urgente, no puede hacerse (y mucho menos realizarse) de manera improvisada o carente de ciertas herramientas, las cuales deben (necesariamente) ser utilizadas en todo su potencial e inteligentemente.

El camino no es, ni debe ser, cualquier campaña desde nuestra posición, perspectiva o necesidad; debe ser (si queremos que impacte más allá de nosotros mismos) algo diferente, potente y de significaciones diversas.

La forma no puede ser más de lo mismo desde nuestra posición de clase. Nuestra acción debe ser, ante todo, y por sobre todo, una manera distinta de abordar un problema, un auditorio y un escenario.

Esta tarea es un proceso que comenzó antes del momento eleccionario y debe continuar hasta que las organizaciones sociales y políticas clasistas, el campo de intención revolucionaria en que nos movemos y otro espacio mayor, de igual signo, incidan en y accedan a ser unos interlocutores serios para con un sector de la sociedad proclive, objetiva y subjetivamente, a nuestros planteos.

Esto requiere no sólo de trabajo y entrega; requiere rigor y conocimiento de diversas herramientas y medios de agitación y propaganda. Requiere de un abandono radical de la improvisación y de la subestimación de ciertas técnicas que pueden ser verdaderas armas en nuestras manos. Estas armas hace rato que lo son en manos enemigas; subestimarlas es un suicidio político (en el mejor de los casos).


Lo objetivo existe; construyamos lo subjetivo.

(“pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad”)

Desde que asumió hace cinco años el gobierno entreguista-frenteamplista (al menos desde ese momento), quienes no hemos claudicado ni renunciado a los postulados revolucionarios nos debatimos entre nuestros “ruidos”, malos entendidos, desinteligencias e incomunicaciones varias (entre nosotros y con la clase y el pueblo); esto no debemos atribuirlo ni al enemigo, ni a la superestructura, que incide claro está. Debemos, desde una posición revolucionaria y autocrítica, atribuirlo a nosotros mismos y a nuestras insuficiencias e incapacidades (por no agregar desconfianzas e intenciones de vanguardismo, liderazgo o trascendencia, lo que sería aún más grave).

Modifiquemos estas insuficiencias desde la asunción de las mismas y comencemos un camino que nos lleve a la imprescindible situación de dejar de hablar un “argot” para nosotros mismos y entre nosotros mismos; dejemos la cancha chica; juguemos en el terreno que debemos jugar con las armas que debemos usar como corresponde.

Usemos los medios, las herramientas y los conocimientos del sistema que, en nuestras manos, y desde posiciones de clase, son formidables. Valenti no es tonto; no lo seamos nosotros. Nadie fassanea como Fassano; desarrollemos nuestros medios impresos, digitales, alternativos; generemos nuestras AM, FM, SW, radio en internet, código morse o “Bemba” a secas, y con una calidad (claridad) y un lenguaje capaz de iluminar oscuridades y decir lo que hay que decir de manera franca, serena, llana y contundente. Confiemos en nosotros mismos y en el pueblo. Somos parte del pueblo; si no confiamos en él es que no confiamos en nuestra capacidad y voluntad.

Nos encontramos en un punto crucial de nuestro trabajo: “hemos roto el aislamiento” y “hemos logrado un círculo de interlocutores” que nos permiten proyectarnos a otro nivel. Expresado esto, volvamos al futuro; esta etapa requerirá, necesariamente, al menos de algunas herramientas ya perfiladas o estructurándose: medios alternativos, encuentros, seminarios, actividades de diverso tenor; tendrá, asimismo, un despliegue de acciones diversas; tendrá, de igual modo, otros aspectos a definir. Todo ello deberá concebirse como un conjunto orgánico donde la parte apoye el todo y donde el todo posibilite cada parte. Un aspecto central de esta “otra campaña” deberá ser la forma, quizá, en esta etapa, la cuestión más importante del contenido.

Hay que hablar y hacer para el conjunto del pueblo; más allá de definir estrategias específicas para sectores específicos (cuestión necesaria y que habrá que atender con especial cuidado). Este pueblo no habla nuestro “argot” ni lo hablará (felizmente). No es el pueblo quien debe esforzarse en entendernos sino nosotros quienes debemos esforzarnos en hablar un lenguaje comprensible por todos. El pueblo no maneja nuestras categorías de análisis ni nuestros conceptos doctrinarios y políticos, por tanto, debemos “adaptar” nuestro lenguaje y decir lo que debemos decir de manera simple, llana, clara; los ejemplos deben servir para evidenciar ideas; el humor es una herramienta formidable que derriba cualquier barrera.

Nuestros planteos deben ser propositivos y nunca deben basarse en la adjetivación, el menoscabo o la falta de respeto; el pueblo se defiende de esta manera de hacer política mirando para otro lado. Queremos y necesitamos que nos mire a nosotros como mira TV, como mira carnaval o fútbol. ¿Por qué no concebir acciones que contemplen estas cuestiones?; si no podemos llegar a la TV llevemos otros medios alternativos a los barrios, a los centros de trabajo y de estudio, a los asentamientos; llevemos música; llevemos teatro, fútbol, alegría, hechos y después palabras: pocas, claras, serias. Y después volvamos a hacer otras cosas, las que quienes nos prestaron oído propongan; y confiemos. Este trabajo es a largo plazo y debemos contar con el pueblo.

El eje de nuestro accionar no es un periodo electoral o de gobierno, el objetivo es empezar a hablar y a hacer lo que hace cuarenta años se dejó de hablar y de hacer. El objetivo es el horizonte revolucionario, el socialismo, el hombre nuevo.





[1] “La estrategia y la táctica revolucionaria”

(tomado de: Apuntes para una teoría de la revolución socialista

    en el Siglo XXI) /puede leerse completo en internet en los sitios Rebelión y La Haine, entre otros. Autor Alejandro García Ruiz.

    [2] "Consideraciones generales sobre estrategia y táctica"

      (presentado por Mujica, Fernández Huidobro y Bonomi al congreso del MPP)

      /Comisión de Estrategia de la Dirección Nacional del MPP, 19 de febrero de 2006.

[3] “En respuesta a documento del MPP”

    (tomado de: Dialéctica de la evasiva) /fue publicado en el semanario 7/7.

    Autor Alejandro García Ruiz.


Alejandro García Ruiz (QUINO)

militante de Compromiso Revolucionario / Banda Oriental

domingo, 4 de abril de 2010

Trabajadores chilenos reafirman la consigna "Federación o Muerte"

El Bicentenario Sudamericano en Debate

Bandera Federal de Artigas

http://www.kaosenlared.net/img2/124/124618_bandera.jpg

La Bandera de Entre Ríos

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Una lectura militante contrahegemónica diferente, federalista, libertaria y abyamericana.

Mauricio Castaldo

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NR: El grito de guerra de José Miguel Carrera, en la lucha revolucionaria americana, fue ¡¡Federación o Muerte!!.



ARGENTINA: LAS MÁSCARAS DE MAYO Y LA REVOLUCIÓN DE LOS PUEBLOS

Chile-Comité de Defensa del Cobre-CONFEDERACION DE TRABAJADORES DEL COBRE-

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Un canto a la obrera y al obrero entrerrianos. Por un Bicentenario distinto

Al trabajador, con buena onda

A los maestros, como este de una escuela de María Grande,
que cada día nos ayudan a crecer.


Descubriendo Entre Ríos. Un canto a los mil oficios, en el mayor cumpleaños de la patria

Declaración de amor a la obrera y el obrero entrerrianos, con vistas a un Mayo distinto en el año del Bicentenario.

Daniel Tirso Fiorotto - De la Redacción de UNO


Al obrero. Amamos al obrero engrasándose la dignidad, con la dignidad engrasada al punto que el motor ese no ronca, susurra apenas.
Al zapatero de anteojos culo de botella con un clavito entre los dientes que será la única firma, una estrellita en su arte anónimo.
A Ricardo, el tornero, que murió y dejó las mentas porque lo hizo bien, le puso al torno compromiso y se guardó los peros. A Orlando el albañil manos de ladrillo, a Adrián el de los cables, a Juan el jardinero. Al viejo de los libros viejos que no vende, invita.
Y como amar, amamos a Graciela. ¡Señorita, señorita Graciela! Nos enseñó no sé si la raíz cuadrada, el litro, el hectómetro, no sé si el cuánto pero amasó el cómo con polvo de tizas blancas. Con cariños sin empalagos amasó la geometría y el buen día, y no tuvo Graciela más novios, no los tuvo.
Al antiguo joven estibador que podía llamarse quién sabe, Ateo. Al hijo que El Despertar Obrero nombró Edo. Y al Ángel panadero de Gualeguaychú, y al ángel libertario de Diamante y de Bovril que mezclaba la bosta y la arcilla para darnos techo y cantaba “Yo la he visto a Ramona Pelota / apaleando a la orilla del río, / el pantalón del marido borracho”.
A los obreros esos que nos dan los mil para hacernos un lugar en el orbe, ¿cuánto valen de verdad los mil?
Al sembrador, amamos. Para sembrar es todo: mecánico, jinete, agrónomo, pocero, alambrador y meteorólogo; y pescador de los buenos en las malas y éste, el sembrador que digo, poeta, poeta siempre. Y al carrero como Facón Grande, carrero como el inocente Gaillard víctima de intolerancias varias, porque hay que ser carrero ¿eh? Y animarse a cargar una imprenta como se animó Gaillard para caer allá por el arroyo Santa Rosa con el filo en la garganta y todo para que la historia ajena lo sepultara, nomás. Qué vale al fin un carrero para esa.
A la artesana de los juncos como hebras, que teje afectos con paciencia de ñandutí, que no estudió la palabra pero la tejen sus manos y convida buñuelos y mate dulce para descansar si se hizo un rato y para descansar elige las totoras, escarda, hila, ovilla, celebra lanas, barre, cocina y te pregunta si llevás el abrigo.
Hasta lo entrañable amamos y siempre el arte efímero del melón escrito, ese fruto que compramos, sí, en la esquina pero agradecemos a la esquina y al cielo. Gracias, decimos, a las manos que lo plantaron dónde, que lo cosecharon cuándo, las manos que te lo entregan a cambio de nada, dos monedas, y qué son dos monedas al lado del melón escrito, del sabor, del aroma escrito en el melón.
Amamos al camionero de visera: quince días al volante y el muy parco te regala un guiño, va y te regala un guiño, ¿me explico?, para no demorarte sobre el pavimento.
¡Ah, si calcáramos al camionero de visera, menos palabras, más guiños para ceder el paso porque sí!
En el país de los atropellos, ceder el paso; ¿cómo no amar al camionero?

De escobas y amantes . Y qué decir del flaco de camisa fosforescente que a las seis te despierta cada mañana con el yic yac de su escoba en el cordón cuneta, Juan anónimo privado de aplausos, ¿quién sabrá su ascendencia, su barrio, su noche?
Y qué decir del militante poniendo el pecho por mí en el paro, por vos en el piquete, y qué del obrero que tiene por oficio, ese obrero, las infinitas lecturas con libros y sin libros para acompañarnos a mirar el mundo tras el mundo.
Y qué decir de don Gobatto que nos da el agua, la riqueza mayor. Desde su pobreza infinita nos da nada menos que el agua y es millonario en eso como es rico en historias obreras del Tiro donde manda el Patrón rojinegro.
Y qué decir de Patricio Maciel, el tambero de broma a flor de labios, charrúa a toda prueba, que murió condenado al arrendamiento y las deudas y dejó cero herencia, por alimentar a diario a toda la gurisada del pueblo con el jarro más preciado que haya puesto la naturaleza sobre la tierra.
Amamos (qué bien nos hace amarnos), el trabajo, el oficio, ese oficio del “Perro” que lucía la piel de Guinea y fue guarda en los vagones y se fue con ellos. Y ese oficio tan moderno de chocarse la pantalla, ilusión de camino. Y ese de esperar y alimentar el deseo de otros para destender la noche húmeda que le permitirá tender la mesa y ganar una sonrisa, carne para la carne.
¿Cómo se llama ella, la que amamos cuántos?
¿Y cómo el que no mandaba y nos amaba?
Y el obrero que cura y puede, claro, ser el cura, y el obrero de corbata y camisa blanca que te cuenta los fajos y hace como que cree que son tuyos para que te sientas cómodo.
La lucha amamos, la conciencia obrera que no siempre es amarga, la conciencia del desocupado que se ocupa en conocerse y se enciende en el caucho. Y la lucha también del porongo pronto con el agua a punto bajo el aguaribay, o allá en el rincón del tala que resiste en frutitas, nuestra la sombra nuestra; la lucha de llegar a tiempo, la de escuchar sin tiempo, la de dar al plato multiplicado un toque de color, por amor, esa lucha que bien llamaríamos ya sabemos cómo, por experta, ella, en oficios vitales menospreciados por los menospreciadores profesionales, y además amante, ella, sin precio.
Y esa gota de sangre en el trapo de todos, amamos, el rojo oblicuo, el centro que lo dice todo, que todo lo contiene, con la intensidad de un símbolo continental, universal, que los obreros del combate que nos dieron libertad pintaron en sus pechos.
Y para distendernos y putearnos amigablemente, la gambeta amamos, y el arte universal que todos comprendemos, fuera fronteras, fuera idiomas: la sinfonía de una sola sílaba que explota con la pelota incrustada en la red. Y la cara de los Diegos obreros, del Lionel obrero. El grito amamos.
Y el silencio amamos, el silencio que anuncia, mientras guardamos la carta que no jugaremos porque esa carta a su hora se juega sola.

Obrero por derecho. A Agustín amamos, a su luz y a su fuerza, exprimidas del mameluco. Qué paradoja. ¿En qué lugar del mundo es, como aquí, tosco el que más nos ama, tosco el que nos abre la ancha avenida a tantos?
Y a Ramón amamos, el gaucho de la flautita anunciadora, y a tanto afilador como Ramón, de una antigua Paraná que sobrevive. Treinta años en dos ruedas dándose Burdino a los filos nuestros, sacando dulce del acero y la piedra para hacernos más tierna la cena y para que los amigos que vivan al asador, porque así lo exige la tradición, nos aplaudan el temple a nosotros, ¡qué regalo!
A Alejandro el carpintero que de tanto lustrar las tablas va y les encuentra el humor y demuestra que se puede. A los estudiantes, amamos, estudiantes de hombres y circunstancias, estudiantes alrededor del mate que da honda cátedra indígena.
Al obrero del servicio de justicia que se ató la venda y para siempre, mientras algunos pares de peso que no son mayoría negocian a cara limpia con patrones de otros charcos. Al obrero de la Remington amamos, al obrero que pudo llamarse quién sabe, Rodolfo, Tilo, que entregó su confort, su paz, su vida por algo que olía, que olía a verdad. Y al obrero del FAL que nos espera bajo la ventisca, allá, acá, y no será en vano.
Amamos al francés que en vez de yo dijo nosotros y plantó colmenas en la barranca y repartió la miel. Amamos a la militante de guardapolvo que en vez de un título de propiedad exhibe un mapa verde en el aula y dice Nuestra América porque eso aprendió con sólo saber mirar el rostro de sus niños. Y como es multifacética eso supo también de charlas con el verdulero del carrito que le da vida al Macarone pero cuenta, si le preguntan, que hace cincuenta años y pico saludó en su guaraní natal a sus parientes músicos en Piribebuy y no los vio nunca más. El Macarone guarda secretos así en sus obreros. Y eso supo escuchando, por el paraguayo, las mentas del peón de la huerta en El Brete que no hace mucho llegó de Tarija para darnos de comer. En negro, claro. Y eso aprendió de oír a Panizza, de apellido entrerriano, milongas orientales, rancho en el Chaco. Con todos ellos aprendió la profesora de geografía a pronunciar “Nuestra América”.
Y a la Pelusa que hace suplencias en el centro de salud, y a la jardinera, amamos, y a la niñera. Dejamos en sus manos nuestros tesoros y cuántas veces son ellas las de la caricia que nosotros mezquinamos porque el tiempo es tirano, como dicen en la tele. El tiempo, claro.
¡Cómo sabe, cómo sabe eso de amarnos! Sin lástima, sin vergüenzas, sin límites, sin fronteras ficticias, amarnos, inútilmente amarnos. Sin ventajas, amarnos, sin ropas, y amarnos, sí, los de la sobremesa con cuerdas, los que caminamos preguntándole a Juan de Dios en los restos del monte, los que extrañamos con Juan de Dios las aves que faltan, los colores ausentes.
Amarnos, los que olimos con Rocco y Cosita y María y el Beto, olimos el cardumen bajo el pelo de agua marrón y alcanzamos a presentir el último cardumen con la piel escamada. Amarnos, sí, con ella que se perdió en amarnos, que se ganó en amarnos.
Hemos dicho apenas algún que otro oficio de los mil que amamos más en el aniversario del obrero Mariano Moreno, del obrero Bartolomé Zapata, y sus pares revolucionarios de los años 10 y 11, las mujeres y los hombres que vieron aparecer entre ellos el resplandor de José Artigas. Aquellos indios y afroamericanos y gauchos fundaron, si se salvaron de las masacres, las familias de nuestros abuelos obreros. Amarnos, claro, los que no seremos ¡por Dios! una calle, porque fuimos hechos de fibras, de nada, obreros apenas. Quizá un caminito de vaca, tal vez sí, de tanto ir y volver al río por agua, al cielo por luz, a los ojos por lágrimas, a una boca por un, cómo diría: a una boca por un salvavidas.

UNO-28/3

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